mi portafolio.

Al leer literatura de autoayuda tengo como objetivos el saber si son efectivos o no en cambiar la personalidad de las personas, si realmente pueden provocar un efecto en el lector. Tambièn busco ver los rasgos de esta literatura, que mètodos utiliza el escritor para llegar a uno. Que cosas tienen en comùn los libros leidos, incluso saber las razones que llevaron al creador del libro a escribir este tipo de obras.

Conclusiones.


Los libros denominados popularmente de "autoayuda" dicen servir para: aprender a controlar la mente, quererse a uno mismo, entender los sueños, amasar fortunas, dejar de fumar, aprender a criar a los hijos, tener éxito en el trabajo, lograr un buen cuerpo,  hacer el amor espléndidamente o alcanzar la armonía espiritual; pero ¿son eficaces, realmente, o son un simple pasatiempo?.

Las obras denominadas de "autoayuda" presentan una temática muy diversa. Un tipo de libro muy común es aquel destinado a "conseguir la felicidad", a lograr ser mejor personas o a superar problemas como la ansiedad o la depresión, tan comunes en nuestra sociedad actual. En estos ejemplares se potencian aspectos como la valoración personal y el aprovechamiento del presente. Otro tipo de libros, no menos comunes, son las obras dedicadas a las relaciones amorosas. En este caso, se ponen de manifiesto aspectos como la comprensión y el modo de amar sin depender de la otra persona, a la vez que se especifican técnicas para la resolución de conflictos que son habituales entre las parejas. Existen, también, libros de autoayuda para el trabajo. En este caso se potencian aspectos para aprovechar al máximo las cualidades personales y para evitar situaciones de estrés y trabajar en harmonía con los compañeros. También podemos considerar, en cierto modo, como libros de autoayuda aquellas obras dedicadas a aprender a cocinar o a dar masajes y los libros de terapias alternativas como el Yoga.

Habitualmente se suele decir que este tipo de libros van dirigidos al público femenino, quizás con más sensibilidad para estos asuntos personales y afectivos. Pero, últimamente, se ha puesto de moda un tipo de libros dirigidos a los hombres, para que consigan entender a las mujeres, y viceversa. Vemos, pues, como en ocasiones, los libros de autoayuda definen sus potenciales consumidores con el titulo de la obra.

Definitivamente la mayorìa de los escritores realizan una detallada descripciòn de los personajes, con el fin de que uno sea vea reflejado en ellos y comprender que no se es tan ajeno a la historia, incluso llegar a decir "a mì tambièn me ha pasado", o "debì hacer eso para solucionarlo", entre otros. Describe igualmente los espacios, para hacer que uno se adentre en la historia. Ocupen ficciòn, misterio, incluso terror, el escritor logra generalmente su objetivo.


A mi parecer, que la novela tenga el efecto de llegar a la persona, dependerá principalmente de la personalidad del lector (o puede ser del tipo de lector). Todo esta ligado a la disposición de aprender, de los deseos de superar obstáculos y de las ganas de pasarlo bien y disfrutar creciendo.

Los títulos abundan y abruman y los textos colman las librerías, los supermercados, los video clubes, las estaciones de servicio, los kioscos etc. Sólo se trata de leer unas cuantas páginas y sale el consejo de la felicidad. La tentación es muy grande y por este motivo tienen tanto éxito. Más allá del estilo de la narración o la riqueza del lenguaje, estos libros tienen sentido.

Libros de autoayuda han existido desde hace muchísimo tiempo. Según cuenta la historia el primero lo escribió Hesíodo, "El trabajo y los días", hace unos 2800 años. Del autor griego no se sabe mucho, es muy llamativo el formato, incluso la prosa y la estructura, similar al formato actual del género.
Recuerdo  haber leido uno de los mas  famosos libros de autoayuda "Tus zonas erróneas" de Wyne Dier, sin mucho más resultado en mi experiencia que ilusionarme con un cambio en mis zonas erróneas (valga la redundancia) además de haber aprendido algunas cosas.

El problema no es el mal contenido de los mismos, dado que, en su mayoría, contienen acertadas reflexiones o explicaciones respecto del funcionamiento del ser humano y sus dramas, sino que el lector se genera unas expectativas tan grandes que luego la frustración también lo es. La frustración es el sentimiento desagradable en virtud del cual las expectativas del sujeto no se ven satisfechas al no poder conseguir lo pretendido. 

Esta literatura genera una ilusión, la ilusión de que leyendo algunos de estos libros podremos cambiar y mejorar nuestra calidad de vida; la esperanza de que no sentiremos más perturbación emocional, que podremos enfrentar y vivir la vida de una mejor manera, más eficaz, más feliz.

Sin embargo, el público consume en algunos casos compulsivamente esta literatura sin poder realizar cambio alguno en sus vidas.  No porque alguien se diga para sí mismo una y otra vez que "alguien es asi y no va a cambiar" o se repita a sí mismo "soy el mejor", que el malestar desaparecerá. Hace falta algo más que tiene que ver con el conocimiento de sí mismo y para ello a veces nos tienen que guiar, si es que no podemos hacerlo solos. Somos narradores de historias, nos contamos nuestra vida como un cuento y en ese contar nos reconocemos.

Porque el ser humano no es un ser solamente racional sino que es más bien emocional, un ser que vive su experiencia del vivir y que gracias al lenguaje puede ir explicándola. Cuanto mayor sea su grado de conciencia sobre sí mismo y más consistente su explicación sobre los eventos que lo afectan emocionalmente más podrá alcanzar aquella anhelada calidad de vida.

Estos libros sirven porque dan instrumentos, orientaciones y pautas generales para solucionar los problemas de la gente. Pero hay que saber que tienen un tope de utilidad que está en el propio dinamismo del inconsciente. La idea de que uno puede arreglar sus cosas es muy tentadora, pero no hay que entusiasmarse demasiado, estos libros no resuelven toda la vida.

El ser humano busca siempre un referente externo de lo que le pasa. El libro de autoayuda es una producción cultural, y si está bien escrito es de mucha utilidad porque instruye, orienta, hace compañía. 

Desde mi experiencia ayudan siempre y cuando vayan acompañado de un proceso de reflexión. Por ejemplo, a un futbolista, ir al gimnasio y hacer pesas no le ayudará a jugar mejor al fútbol, pero sí serán un complemento para desempeñarse mejor en el campo de juego.

En algunos casos pueden ser muy útiles. Conozco personas que mejoraron su calidad de vida con ellos. Es cierto que la gente que los lee probablemente nunca lea algo de filosofía dura, pero esta es una buena forma de entrar al maravilloso mundo de la lectura. Por otra parte, habla bien de una persona buscar ayuda aunque sea así, porque significa que no se dio por vencida. Igual, hay que tener presente que no son mágicos y tienen sus límites.


~ Métodos y conceptos de los libros de autoayuda en el siglo XXI ~

Una vez que tenemos claro el objetivo que queremos lograr, y decidimos tomar una actitud activa para lograrlo, ya tenemos ganada la mitad de la carrera. Pero la pregunta ineludible con la que nos encontraremos es ¿Cómo lograrlo? Es claro que con intención solamente no se pueden alcanzar los resultados deseados: para aprender a tocar un instrumento, hay que ir a un conservatorio, o comprar un libro de enseñanza, o conseguir un profesor particular, o pasársela por meses practicando y practicando.
Puede haber varios caminos, pero lo que seguro no sirve es quedarse con la intención "quisiera aprender a tocar piano" por ejemplo, y esperando sentado a que el aprendizaje llegue solo. Cada uno de esos caminos es un método. Centrémonos en las metas respecto a nuestra personalidad. ¿Qué métodos hay para seguir si queremos superar un trauma, desarrollar la creatividad, o aprender a ser más calmo y paciente? Muchos, sin duda. Y muchos más aún los que podemos crear, ajustados a nuestra situación específica, si entendemos la mecánica.

Están los métodos del psicoanálisis, de la psicología conductista y la logoterapia. Los métodos que proponen los autores de inteligencia emocional, y los de libros de autoayuda en general.
También hay métodos más específicos como los trabajos con sueños, auto hipnosis, sugestión subliminal, terapias con flores, y otros tipos de terapias.

Si vamos a una librería, con seguridad encontraremos infinidad de literatura con alternativas para la solución de nuestro problema. ¿Cuál elegir? Cada uno deberá ir reconociendo en su propia experiencia qué métodos le han dado mejores resultados. Conocerlos, conocerse, y aprender a crearlos y ajustarlos según necesidad.

Pero lo más importante que deseo transmitirles aquí, es que hay que ser siempre conscientes del alcance de los métodos. No se puede pretender todo de un método. Como la palabra lo indica, es sólo un camino hacia nuestro objetivo, pero el camino debemos recorrerlo nosotros. Si nos limitamos a seguir el método por un tiempo, y no alcanzamos nuestro objetivo, nos sentiremos frustrados, y estaremos igual o peor que cuando empezamos.
La clave es correr el método hacia un costado y en el centro poner a nuestro camino. Ir concentrados en avanzar, y cuando sentimos que el método no tiene más que aportarnos, abandonarlo, y quizás pasar a otro, pero encontrándonos más avanzados que cuando empezamos. Y esto se logra a través de la adquisición de conceptos.

Sólo cuando lleguemos a asimilar un concepto y volverlo parte de nuestras rutinas cerebrales habituales, podremos dejar de lado los métodos y dar por cumplido un objetivo.
Veamos un ejemplo para ser más claros: Supongamos que nuestro objetivo es aprender a ser más organizados.

Como primer método, adquirimos una agenda. Comenzamos a anotar todas nuestras obligaciones en ella. Tratamos de acordarnos de consultarla permanentemente. Nos parece que vamos bien, que ya estamos más organizados. Pero un día perdemos la agenda, o simplemente nos aburrimos de ella y de a poco dejamos de usarla. No habremos avanzado nada en nuestro camino a la organización. El método dejado de lado, ningún aprendizaje, ninguna rutina cerebral nueva: un fracaso.

¿Qué falló? Que no adquirimos el concepto. Si en lugar de centrarnos en el método (en este caso la agenda) nos hubiésemos centrado en la adquisición del concepto de organización, dándole importancia a cada momento en el que recurríamos a la agenda con la intención de hacer las cosas bien, grabándolos en nuestro cerebro; y si de a poco hubiésemos intentado recordar los compromisos sin necesidad de leerlos, los resultados habrían sido muy distintos.

El concepto se habría instalado en nuestro cerebro, aunque sea parcialmente porque a veces las cosas no son tan fáciles, pero estaríamos más avanzados que cuando empezamos. Si de esta forma llegado un momento perdemos la agenda o la dejamos de lado por aburrimiento o por sentir que ya cumplió su función, no sería un fracaso. Sería un paso más en el camino. Puede ser que no seamos ya los más organizados del mundo, pero hicimos un aprendizaje.
Nuestro cerebro se habituó a pensar en los compromisos, a estar atento, a entender los tiempos, a afinar la memoria y la responsabilidad. Estamos mejor que antes. El método cumplió su objetivo porque ayudó a fijar el concepto en nuestra mente.

Como conclusión, si hemos probado un método para cambiar algún aspecto de nuestra personalidad, y nos falló no debemos echarle la culpa al método y buscar otro. Si nosotros no nos ponemos en actitud de aprendizaje todos van a fallar, por buenos que sean. Si en cambio los ponemos en su lugar (como una ayuda, un camino), y mantenemos por encima de todo la conciencia de lo que estamos haciendo, y la incorporación de conceptos y nuevas rutinas, llegará el momento en que ya sea un hábito adquirido, y no requiera más energía de nuestra parte. No tiene sentido comprar miles de libros, seguir miles de técnicas, para intentar superar un determinado problema de nuestra personalidad. Si no ponemos conciencia y voluntad en incorporar el concepto de nada servirá. No esperemos que el método haga el trabajo por nosotros. No es magia: es esfuerzo.